jueves

Mi madre ha muerto

Publicados el 9 de julio de 2020

Escrito el 2 de noviembre de 2017

Mi madre ha muerto; mi madre ha muerto; mi madre ha muerto; mi madre ha muerto. Y lo escribiría mil veces para terminar de creerlo. Siempre pensé que me habían pasado cosas duras de asimilar y las voy a enlistar a manera de ejercicio de memoria: cuando a los 16 años casi me encierran durante 3 años en la cárcel por una riña en la que fui protagonista, lloré una noche en los separos por el temor de ir a un lugar para el que no estaba preparado; cuando a los 25 mi novia de entonces intentó suicidarse, no lo consiguió porque yo la rescaté, yo le salvé la vida cuando la encontré tirada y la llevé al hospital y vi cómo la desnudaron y comenzaron a provocarle el vómito para que expulsara las pastillas que se había tomado, después de eso estuvo 4 días en un estado grave, yo salí llorando del hospital todos los días y en uno de ésos perdí las fuerzas de las piernas y me tiré en una banqueta para sollozar como un niño desconsolado; cuando a los 27 mi padre casi muere por unas úlceras reventadas, fue una estancia de una semana en el hospital en donde vi sufrir a mi madre; y cuando a los 31 se consumó la anunciada muerte de mi mamá. Con este último acontecimiento supe lo que es el llanto, la desolación y el dolor.

Con ella se fue una parte de mí, esto, lo sé, es un lugar común pero no encuentro otra forma de expresarlo. No sé cuántas noches estuvimos platicando hasta las cuatro de la madrugada, dialogábamos sobre todos los temas que se nos ocurrían. Antes, cuando pasé por mi etapa de mandar todo al carajo, mi mamá solía platicar conmigo sobre cómo es la vida y lo duro que puede llegar a ser el mundo, me preparó y me advirtió de los peligros de la gente, de nunca mostrar toda la bondad porque eso, ante tanta gente mala, se convierte en una debilidad. Recuerdo que se aferró tanto a que yo terminara la escuela secundaria que se desvelaba conmigo estudiando, forzándome a dar lo mejor de mí. Siempre me dijo que yo era un chico muy capaz, muy inteligente y, finalmente, cuando ingresé en la universidad, estalló de felicidad. Nunca dejó de apoyarme, era un amor incondicional el que me tenía. La extraño mucho. Todavía no me llega por completo el golpe de su ausencia.

Escrito el 20 de noviembre el 2020

Hoy, justamente un mes después de su muerte, la soñé. Amanecí jodido de la garganta, con gripe, sabedor de que tal vez me pondría bastante mal, ya que siempre que me enfermo suele ser bastante intenso el padecimiento. Y así fue, o eso parecía, porque mientras escribo esto siento una leve mejora que espero continúe. Pues bien, al despertar en la mañana lo primero que hice fue comprar pastillas para el malestar ocasionado por la gripe, lo bueno de dichas pastillas es que, efectivamente, la sensación de mejora es inmediata, lo malo es que dan mucho sueño. Ya con la droga encima, procedí a dormir, como a las dos de la tarde. Recuerdo que soñé varias cosas pero ya no recuerdo qué, y es una pena porque no tiene mucho que desperté, tal vez hora y media (son las 17:30). En fin, de ese cúmulo de escenas recuerdo una que me pareció impresionante: yo estaba acostado, probablemente semidormido, en un sillón, en un rincón; de mi lado derecho estaba un mueble que tuvimos en casa durante muchos años en donde siempre estuvieron las computadoras, lo curioso es que no estaba acostado en ninguna de las casas en las que viví con mi mamá. Era un cuarto pequeño, de paredes blancas, de puerta de lámina negra, con ventanas. Yo acostado, soñoliento, veo pasar un cuerpo, el cuerpo camina hacia la puerta pero se detiene, se voltea y camina hacia mí. Mi madre, con los labios pintados, me da un beso en la mejilla para despedirse y me dice algo pero no recuerdo qué, tal vez un “ya me voy, al rato nos vemos” que solía decir siempre que se iba a trabajar, yo le dije, “no, porque me vas a pintar”, jiji. Reconozco su blusa beige con figuras azules; creo haberle devuelto el beso.

Escrito el 23 de diciembre de 2017

Dos meses sin ella. He vuelto a soñarla. No sé si a raíz de un video que vi, en el que un químico forense explica cómo es que vuelve reconocibles rasgos de un cuerpo momificado, me sugestioné o qué, pero me parece que lo vi en la noche, justo antes de dormir.

Pues bien, en este sueño yo estaba muy preocupado porque en cuestión de horas empecé a perder el cabello, no hallaba la forma de peinármelo para tapar mi nueva calvicie. Tenía un enorme hueco en la aureola y ya me estaba deprimiendo. Yo estaba en mi cuarto, un cuarto de paredes de madera; una mujer conmigo a la que le tenía miedo, semidesnuda, me decía no sé qué cuando de pronto la interrumpí para decirle: mi madre está arriba, en la sala, voy a subir. Al llegar, estaba mi mamá, en un estado deplorable, como en sus últimos meses, sentada en una de nuestras sillas del comedor, enfrente mi papá, platicando con ella. No recuerdo qué nos dijimos. En ese momento ya no me preocupaba mi calvicie.

Siguiente escena: yo en mi cama, en mi cuarto de paredes de madera con la misma mujer, sólo que ahora vestida. Mi madre me despierta y al abrir los ojos la veo maquillada, similar a como la pintaron cuando prepararon su cuerpo. “¡Mamá! Pero cómo es posible, si tú estás, bueno ya no estás pero estabas, no quiero ni decir la palabra”, mi mamá interrumpe y dice: “muerta, quieres decir muerta, pero no, estoy más viva que nunca”. Sé que hubo más cosas en esa parte del sueño pero ya no logro ver las imágenes. 


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